“Cuando coges una flor y la contemplas de verdad, es tu mundo durante un momento. Yo quiero regalarle ese mundo a los demás" Georgia O,keeffe
Cuando hace unos días tuve noticia de que el Museo Thyssen inauguraba una retrospectiva de la obra de Georgia O'keeffe, me vino a la mente el libro Flores en el Arte que compré el pasado verano en la Fundación Banco de Santander de la capital cántabra, en su presentación, Wilson y Hyland dicen lo siguiente: "...la respuesta de un artista frente a una flor - ya esté languideciendo en un jarrón o emergiendo, llena de vida, de la tierra - nos cuenta todo lo que necesitamos saber sobre la vida y la muerte " .
"... el alucinógeno estramonio, maloliente durante el día, solo abre sus flores lunares, dulcemente perfumadas, durante la noche "
Georgia lo pintó en 1932 y aún hoy, pasados casi 90 años, no ha perdido ni un ápice de modernidad, hasta el punto de que si IKEA pudiese, la vendería y encajaría a la perfección en cualquier hogar actual ¿no os parece?
Un día contemplando una pequeña flor en un bodegón de Fontain Latour Georgia pensó que si intentaba pintar flores de la misma manera nadie iba a fijarse en ella pero consiguió que el mundo fijara su atención sobre ellas utilizando efectos de la fotografía, componiendo y cortando imágenes replicando la obra de sus amigos fotógrafos Paul Strand y Edward Weston.
Antes de ver la exposición adquirí el comic que sobre su vida ha editado el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza y Astiberri Ediciones basado en la vida de Georgia, ilustrado por María Herreros, una manera diferente y preciosa de acercarse a la vida de la artista norteamericana.
La flor en su pincel adquiere otra dimensión. Creo a Georgia cuando afirma que sus flores no son la representación de los órganos reproductivos femeninos como algunos críticos iluminados de NY quisieron ver, lejos de interpretaciones freudianas sus flores simulan ser una fotografía de detalle, del centro de la flor, su más preciado secreto, y pone el foco en ese punto tan sensual, delicado y aterciopelado de la flor, descubriendo esa belleza oculta que no se aprecia a primera vista si no es en una imagen aumentada a un tamaño extraordinario.
Si sus cuadros de flores, las pinturas de los rascacielos de NY o los paisajes de Abiquiú son fascinantes tanto o más lo es su propia historia personal, la determinación y el compromiso de poner toda su vida al servicio del Arte. Buscaba la belleza en la esencia de las cosas que le rodeaban y lo encontraba en la desnudez de su querido desierto de Abiquiú, sus montañas, sus cielos...
Una vida sin distracciones, decidida siempre a recorrer el camino artístico que se propuso hasta el final de sus días.
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