
Escabullirse del Instituto a la hora del recreo y saltarse la siguiente clase era una sana costumbre que algunas alumnas díscolas practicábamos de vez en cuando, esquivar al temible Jefe de Estudios, ir al Casino, edificio colindante con el Instituto y hacer "monta" así llamábamos a ese pequeño acto de rebeldía. El plan era siempre el mismo, una tapa de ensaladilla rusa y un mosto en la cafetería acompañados de uno o dos cigarritos. Salvo por esa pequeña licencia fui una alumna intachable, ni que decir tiene que a la clase de Lengua y Literatura jamás falté. Pero a estas alturas de mi vida, en estos largos paseos por Moguer junto a mi Maestro, no quiero perderme ni un punto ni una coma de nuestros Diálogos, mañana marcho para Sevilla, una visita ilusionante también, he quedado para almorzar con Luis Cernuda y otros jóvenes poetas de su generación, después volveré a Moguer, para San Juan. Un café rápido y comienza nuestro paseo matutino.
Marta, te contaré algo del niño que fui. Hoy te llevaré hasta la calle de la Noria, es un paseo obligado, una metáfora necesaria para que descubras mi alma de poeta.
A mis cuatro años, me dicen parientes y conocidos de Moguer, yo contaba a todos que vivía en una casa atul marino orilla de los Ríos Odiel y Tinto, de marismas ocres y moradas. Yo no me acuerdo de este cuento mío. Mi casa atul marino pertenece, sin duda, al reino del mi anterior.”
Me dices que aquí, en el número 10 de la calle Nueva, esta calle que hoy lleva tu nombre, descubriste la vida, desde los balcones, desde el patio, desde la azotea, en una de las calles más transitadas de Moguer, una calle de fachadas encaladas y patios que evocan arquitecturas mozárabes. Fue aquí donde viviste tus sueños de infancia, adolescencia y primera juventud...

¿ Cuando descubriste que tu corazón era un corazón de poeta Juan Ramón? ¿fue siendo niño, un niño bueno al que le gustaba pintar, o fue en la adolescencia? cuando todo nos sorprende y no hay respuesta.
Tú quizá no lo entiendas - me dijiste - pero cuando la Poesía llegó a mi vida:
Vino primero pura,
vestida de inocencia,
y la amé como a un niño,
Luego se fue vistiendo
de no sé que ropajes
y la fui odiando sin saberlo.
J.R.J
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Yo ni siquiera la odie, fue aún peor, la olvidé, fui su amante ingrata, no conservé de ella ni un pequeño recuerdo. Yo tenía diecisiete años cuando se paró el reloj, estaban los que importaban, Machado, Unamuno, Lorca, y tú. Con palabras y silencios, recreasteis mi tierra, mi universo, mi dios.
Te gustará saber que cuando yo tenía veintidós años, alguien, de nuevo, le dio cuerda al reloj,
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Caminamos despacio, conversando sin prisa, recreando tu universo poético, la magia de Moguer que inspiró tu obra desde siempre. Me gustó escucharte decir esto, el vínculo indestructible que te une a tu pueblo y es hilo conductor de toda tu obra.
- Mi vida fue salto, revolución, naufragio permanente. Moguer, Puerto de Santa María, Moguer, Sevilla, Moguer, Madrid, Moguer, Francia, Madrid, Moguer, Madrid, América, Madrid, América...
Cuando Platero y yo pasábamos por esta calle hoy de la Rábida, yo siempre le hablaba a Platero de Aguedilla, la pobre loca de la calle del Sol que me regalaba moras y claveles.
En la Plaza del Marqués hicimos una parada, - recuerdo que en esta esquina se instalaba Ramona, la castañera, con su puchero de castañas que rojeaban un fuego vivo - me dijiste sonriendo - no me costó imaginar el niño que fuiste, con tus cinco sentidos abiertos al mundo, captando la belleza allá donde la hubiera.
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Seguimos dialogando, tú con tus versos de poeta consagrado y yo con los míos de poeta frustrada. Supongo que éste debe de ser mi punto de partida, descubrirte, y yo te escucho sin perder palabra.
Marta, con el pasar de los años,
El dormir es como un puente
que va del hoy al mañana
por debajo como un sueño
pasa el agua, pasa el alma

No sé en qué momento escribí esto pero me hizo pensar en ti...
El peso de los años crece bajo el
ojo del puente,
sobre el vacío rotundo
de la vida y la muerte,
entre la vida y la muerte
se tiende el puente,
el arco perfecto
es el ojo del puente.
Hoy siento melancolía, me desconcierta no saber por qué, volvamos a casa Juan Ramón.
Es la mente una noria
siempre fiel a su camino,
nunca olvida su destino.
Triste y larga memoria
la que nunca se borra
ni olvida su historia.
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La melancolía a veces es fuente de sabiduría, volveremos a casa por la calle de la Noria, me dijiste al fín.
¡Qué tristeza este pasar
el caudal de cada día
(vueltas arriba y abajo)
Por el puente de la noche
(vueltas abajo y arriba)…
